viernes, 16 de abril de 2010

Ciudad de vida y muerte

Ayer pude ver la película "Ciudad de vida y muerte". Hace no mucho ví "Acantilado Rojo", en su versión internacional. Se tratan ambas de películas chinas elaboradas con gran presupuesto. Ambas son, además, grandes películas y con pretensión, sin duda, de serlo.

La visión que hasta hace poco tenía del cine oriental era que, básicamente, consistía en una clase de películas francamente prescindibles. Siempre centrándose en temáticas no sólo muy duras sino, además, notablemente mezquinas. Ya saben: "dentista de Shangai entra en una relación sadomasoquista con una niña de 15 años que va al colegio con la hija de su ex-mujer" y similares. Estos filmes, para más inri, eran festejados con generosidad por los más destacados pedantes del panorama de la crítica cinematográfica. Pedantes, por cierto, que no lo son menos por ser "modestos".

Sin embargo tanto "Ciudad de vida y muerte" como "Acantilado Rojo" cuentan mucho y muy bien. Si se tratan de comprender, además, los inevitables manierismos de los orientales, se transmiten mensajes no sólo perfectamente comprensibles por un occidental sino que constituyen en cierta medida un rendido tributo a la historia del hombre. En estas películas aparecen retratados las principales miserias y virtudes de la humanidad sin, además, dejar un absurdo margen para la esperanza. Es realismo.

Siguiendo la estela de títulos como "Ciudad de Dios" o "Tropa de Elite", que daban un testimonio crudísimo de las "no-go areas" en el Brasil del ordem e progresso, "Ciudad de vida y muerte" hace lo propio con el traumático suceso de la "violación de Nanking". No se ahorran barbaridades al espectador y, como sucedia con "La lista de Schindler" o "El pianista", esto es una labor necesaria. Los millones de muertes son estadísticas y no está de más, de vez en cuando, dar una muestra en imágenes de lo que hubo detrás de los fríos números.

En "Ciudad de vida y muerte" hay muchos elementos del cine de holocausto, por llamarlo así, y también de película bélica. De muy buena película bélica, por cierto. Porque no recuerdo haber visto nunca una lucha callejera tan bien narrada. Tanto el uso de granadas como de los rifles de repetición se muestra de forma muy realista y alejada de los convencionalismos del cine de acción: que tantas veces presentan como igualmente eficaces ametralladoras, fusiles o pistolas o "gradúan", a efectos dramáticos, el alcance y efecto de las granadas de mano. Impecable.

Evidentemente, se muestra a los chinos como a unos héroes. Pero, asombrosamente, la película se centra fundamentalmente en un sargento del ejército imperial japonés que es una persona completamente normal y al que lo que se produce en Nanking le afecta como al que más. La masacre indiscriminada de prisioneros de guerra, las muertes sin sentido, las violaciones en masa, la tortura del alma humana y el procesamiento genocida de personas. Todo esto se muestra junto con la labor caritativa de unos occidentales (irónicamente encabezados por un nazi: único extranjero al que los japoneses respetan, por razones obvias) que intentan salvar a todos los chinos que pueden, sobre todo mujeres, del suplicio y segura muerte que los japoneses les reservan. La escala de la maldad japonesa volcada en la por entonces capital de la China nacionalista es tal (se habla de hasta 300.000 civiles chinos asesinados) que un chino ajusticiado en la película dice a su ejecutor, sonriendo antes de ser fusilado y consciente de lo que sucede: "Mi mujer está de nuevo embarazada".

Es de celebrar que desde China se esté comenzando a hacer un cine de gran calidad, presupuesto y con ambición de llegar hasta nosotros, los occidentales. Pese a los elementos patrióticos de "Ciudad de vida y muerte" (ese electrizante momento en que los soldados chinos, conscientes de estar a punto de ser asesinados en masa, comienzan a gritar "China no morirá nunca"), en realidad sorprende que en China se haga un cine que, evidentemente, muestra a la China del Kuomintang (que combatía ya por entonces a los chinos comunistas) en un sentido heroico, de reconocimiento. Realmente están cambiando las cosas en la China roja. Sin duda, la película molestará mucho a otros nacionalistas (los japoneses), que todavía niegan lo sucedido en Nanking.

Creo que es una película, en definitiva, que merece la pena. Deben, sin embargo, abstenerse las personas muy sensibles porque de verdad que es sobrecogedora: de una violencia verdaderamente terrible. Muy superior, por cierto, a otras películas sobre desastres colectivos en una ciudad como, por ejemplo, "Enemigo a las puertas". No hay margen en "Ciudad de vida y muerte" para sentimentalismos de escaparate ni para deus ex machina benevolentes. Y así es porque, como dice un protagonista: "A veces es más difícil vivir que morir".

Hay que verla, sin duda. Puede que algún día se haga una película semejante, desde China, pero sobre el gran salto hacia delante. A la vista de "Ciudad de vida y muerte", ese día está cada vez más cerca.




"Una muerte es una tragedia. Un millón es una estadística" Josif Stalin.

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