domingo, 24 de abril de 2011

Código Fuente

En el cine desde hace muchos años existe un subgénero dentro de la intriga que es el del "recomienzo": una trama que vuelve una y otra vez a comenzar en la que el protagonista debe lograr un objetivo. El ejemplo más conocido es el de "Atrapado en el tiempo", protagonizada por Bill Murray, pero recuerdo, a bote pronto, un capítulo de la serie Expediente X, ya en decadencia, en que Fox Mulder despertaba una y otra vez en el mismo día. "Código Fuente" de Duncan Jones pertenece a esta clase de producciones.

El principal problema de las películas con la clase de trama mencionada es que se puedan volver "pesadas" en su repetición de situaciones. Y lo que es más importante: que en realidad sirvan para envolver o complicar una historia sin demasiado interés. Definitivamente este no es el caso del filme de Duncan Jones.

"Código Fuente" basa su historia en un supuesto de ciencia ficción: la posibilidad de emplear la "memoria" de un cuerpo ya muerto para introducir en sus recuerdos la mente (viva) de otra persona. El "invento" se aplica en este caso a la resolución de un atentado terrorista en un tren de pasajeros cerca de la ciudad de Chicago. Una historia que se parece muchísimo a la  "Deja vú", de Tony Scott: donde también se mostraba un increíble invento que servía para observar el pasado en 360º con el objeto de esclarecer un crimen.

Asumiendo que todo se trata de una "fantasmada", la historia de "Código Fuente" resulta muy interesante y es narrada de forma muy ágil, sin que la "repetición" inherente a la historia se haga insufrible. Sucede esto porque se ponen en el tapete cosas como el sentido del deber, los prejuicios sociales y raciales, el amor a la familia o el destino de forma natural, sin artificios o discursos. De tal manera, además, en que se consigue una completa empatía con el personaje principal en una película que a su corta duración suma el hecho de que no hay presentación alguna de los personajes. Directa al grano, "Código Fuente" nos revela la importancia de cómo nos comportamos, qué hacemos y hasta qué punto tiene relevancia. Y no lo hace al estilo de un "Qué bello es vivir" sino a través de una aproximación descarnada. No se trata de probar la existencia de un "más allá" sino de la posibilidad de mundos infinitos generados por nuestras diferentes decisiones. Mundos sucesivos en los que cada uno es un sueño, o una pesadilla, del anterior. Algo muy sugerente, ante la atronadora imposición de principios y finales, de dioses y demonios.

En conclusión: "Código Fuente" es una película muy recomendable para quienes le guste levantarse de la butaca y estar durante un tiempo reflexionando sobre qué significado entraña realmente lo que acaba de ver. Un frenesí de imágenes, en este caso, que representa una sosegada y elegante reivindicación de la libertad del hombre.


"y nuestras pequeñas vidas están cercadas por el sueño" Shakespeare.

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