martes, 23 de marzo de 2010

Agora

Difícilmente se puede salir de ver la última película de Alejandro Amenábar, "Agora", sin la sensación de haberse enfrentado a algo verdaderamente grande. Se haya tratado de narrar la vida de una mujer de gran inteligencia en tiempos bárbaros o cualquier otra cosa, para mí "Agora" constituye la mejor película realizada hasta la fecha acerca de la caída del Imperio Romano.

Todos conocemos esa vieja teoría, extendida por el cristianismo, de que Roma sucumbió por "el vicio" y una consiguiente erosión de los fundamentos de la familia: la base indispensable de una sociedad militarista. Tan simple explicación rivaliza en pobreza con las sofisticadísimas teorías acerca de factores climáticos y similares. Pero olvidan los cristianísimos defensores de las buenas costumbres que el propio credo cristiano supuso en su momento un decisivo tóxico para la milicia romana. Y es que la primitiva Iglesia no debemos olvidar que estaba conformada por crecientes masas que creían en una segunda venida de Jesucristo: el fin de los días o "juicio final". Por entonces, los paganos culpaban a los cristianos de socavar los fundamentos del Estado al negarse a desempeñar funciones públicas o enrolarse en las legiones. La respuesta cristiana, de Orígenes, a tales acusaciones recuerda al pacifismo militante e incondicional de la segunda mitad del siglo pasado: "cuando todos los hombres se hayan convertido en cristianos hasta los bárbaros se sentirán inclinados a la paz".

Asimismo, el cristianismo supuso para Roma el final de un bien calibrado equilibrio religioso que durante siglos aseguró la cohesión política del Imperio. Siendo una de las estructuras más despóticas imaginables, Roma incluyó en su seno un enorme número de pueblos y sensibilidades sobre la base del culto al Imperio: un culto que aspiraba a incluir a todos los demás en un particular Panteón que sólo tuvo por límite la prohibición de los sacrificios humanos (conocida la repulsión romana por los infanticidios cartagineses o los sacrificios humanos druídicos) y, por supuesto, la intolerancia militante (caso puntual de los judíos y, claro, los cristianos). El cristianismo, como decía, pone fin a todo eso al conseguir, merced a sus actividades humanitarias (repartir pan o amparar huérfanos era tan humanitario por entonces como la directa apología de la pobreza en entornos paupérrimos) y las infraestructuras del Imperio, una popularidad que inclina a los ambiciosos emperadores a primero tolerarles y luego poner a las legiones al servicio de su dios. Entonces, unas instituciones que merced al agotamiento estaban ya completamente en manos de los militares pasarían en muchos casos a estar en manos de la Iglesia. Se llegaría tan lejos en este camino que los papas de Roma afirmaron durante siglos haber recibido en herencia el Imperio occidental de manos de Constantino el Grande.

La película de Amenábar no es la primera que se realiza sobre la decadencia de Roma. El género del peplum nos brindó bastantes barbaridades cinematográficas relativamente desconocidas. Pero algunas películas más populares como "La Caída del Imperio Romano" o "Gladiator" intentaron, de forma más o menos disparatada, "explicarlo todo". La película de Anthony Mann, de producción colosal, insistía en la versión "cristiana" de la caída de Roma. La de Ridley Scott no sólo dio un final "alternativo" (al modo de "Malditos Bastardos") al reinado de Cómodo sino que proponía la existencia de demócratas jeffersonianos entre los patricios romanos: la decadencia se debía, según él, a la "falta de democracia". Sea como fuere, casi de forma inopinada, Amenábar consigue con "Agora" una película "inmensa" que centrándose sólo en Alejandría consigue trasladarnos toda la locura, furia y anarquía que debió reinar en la enorme crisis política que recorrió el Imperio Romano en los siglos IV y V D.C. Al igual que en la colosal "Danton" de Andrzej Wajda (cuya "Katyn" se estrenó esta semana en España), "Agora" nos muestra el total e inevitable triunfo del fanatismo sobre cualquier clase de razón: la indignación nos hace retorcernos en las butacas ante las impunes atrocidades, ante la debilidad paralizante de las instituciones que en teoría debieran mantener el orden, ante el martirio del pacífico y la apoteosis del agresor.

"Agora" plantea, además, la hipótesis de que Hipatia de Alejandría en el momento de su muerte estaba a punto de formalizar una teoría heliocéntrica parecida a la que Kepler planteó más de diez siglos después de la época de la alejandrina. Y es que Amenábar se toma tiempo en mostrarnos los experimentos y tribulaciones de Hipatia entorno al funcionamiento del sistema solar. Esto es: en el contexto del triunfo del fanatismo cristiano Amenábar prefiere hacer más énfasis en los logros de Hipatia. Ésta, una vez se ve abrumada por la incomprensión, prefiere, al contrario que sus contemporáneos y que Galileo siglos después, morir a convertirse a la nueva fe que le prohíbe dudar: que le prohibe, por tanto, existir.

Como nota al margen debe decirse que los herederos de quienes dieron fin a Hipatia, se afanan, gracias a los conocimientos alcanzados precisamente por los herederos de la alejandrina, en comparar células con personas y defender el derecho a existir que a la filósofa le negaran en su día.  
 

jueves, 18 de marzo de 2010

El señor de las moscas

La película "El señor de las moscas" se muestra como una perfecta descripción de la sociedad humana en lo que convencionalmente ha dado en llamarse “Estado de naturaleza”. Si bien es cierto que los niños no son salvajes sino que vienen de una civilización, con sus artilugios y comodidades, se muestra hasta qué punto el orden y la paz son frágiles o sencillamente una ilusión.

Se enfrentan de forma clara dos visiones del Derecho. El Derecho se muestra en su verdadera naturaleza y ajeno a sus concepciones teosóficas o ingenuas a través de los meros acontecimientos: los hechos. Estos hechos no gozan de autonomía propia, claro, sino que se relacionan directamente con los intereses en juego. En el caso de la película el interés de Jack (en adelante “el tirano”) por ser un tirano acaba obteniendo mayor peso que el interés de Ralph (en adelante “el disidente”) en una vaga paz en espera de un incierto rescate. La ascensión del tirano se acaba identificando con el bien común en tanto el jefe del grupo agresivo logra identificar la adscripción a dicho grupo, y la obediencia a su capricho, con la obtención de protección, comida y finalmente reconocimiento social. En el film, de hecho, el tirano forma lo que él llama “su banda” aprovechando estos sentimientos, estas necesidades de los niños. Al principio todos le siguen por ser el más bravucón y por tanto quien inspira más respeto o admiración, por su fuerza, y todos los que buscan seguir una autoridad le obedecen. Luego apela tanto al miedo como al hambre para conseguir nuevas adhesiones. Llega a organizar, incluso, un remedo de religión en torno al suceso del presunto monstruo mediante la ofrenda de la cabeza de un cerdo salvaje ante su cueva. Finalmente el tirano conseguirá que además de admirarle como el primero entre iguales o amigos sus compañeros le saluden como a un rey o “jefe”.

La alternativa a la tiranía es representada inicialmente por algunos niños liderados por un bienintencionado y Porki (en adelante “el filósofo”) que pretenden llevar los asuntos de forma democrática o, tal como dicen, “como los mayores” (ideal “platónico”). De acuerdo al modo en que se figuran que funcionan las cosas “entre mayores” los niños copian el sistema de Asamblea e idean que se hable por turnos de acuerdo a un formalismo (tener una caracola de mar). Asimismo se trata de organizar el mantenimiento de un fuego así como otras labores: cuestiones todas ellas que acabarán por ser crecientemente abandonadas conforme el tirano consigue organizar su ejército de cazadores y conforme se constata entre el colectivo de niños que hay algunos que siguen las normas y otros que las ignoran: habiendo además casos de robo.

La existencia de un servicio colectivo basado en la buena fe de los individuos se muestra completamente inviable y los gorrones, así como los que abiertamente se oponen a toda organización basada en reglas establecidas por los que creen sus inferiores (los niños menores y el filósofo), terminan por truncar todo el sistema. Así, los cazadores se ríen de que el disidente proponga establecer, desde su sistema consensual, sanciones para los incumplimientos y robos. Las palabras sin espadas son sólo palabras.

Por su parte el tirano, una vez el ritual de la caza embrutece lo suficiente a sus compañeros, decide romper abiertamente la comunidad de niños inicialmente constituida organizando un campamento propio para “los cazadores”. Como dicha unidad, la “banda” del tirano, sólo caza comienza a ver en sus privaciones un derecho al robo de cuanto tienen de utilidad los niños agrupados “pacíficamente”. Los robos se suceden, de forma descarada. Al mismo tiempo el disidente y el filósofo insisten en una conciliación y una apelación al bien común y buen juicio de los cazadores y del tirano. En lugar de organizarse para rechazar los ataques se responde con palabras. Es posible que ello se deba a que junto al disidente y el filósofo están los niños más débiles y jóvenes pero en cualquier caso existe una impunidad que es respondida con conciliación: algo que sólo consigue envilecer aún más a quien comete la agresión. Además, el hecho de que los que rodean todavía al disidente y el filósofo vean cómo la agresión triunfa mientras escuchan a un mismo tiempo llamadas a la paz y la colaboración de parte de sus líderes les hace inclinarse paulatinamente por la idea de abandonarles. Finalmente disidente y filósofo se quedarán solos.

La noche en que el tirano consigue atraerse a todos los niños a su bando, mediante un banquete, se produce un accidente clave. Uno de los niños que permanecían ajenos al grupo del tirano descubre que la cueva en la que presuntamente habitaba el monstruo estaba ocupada en realidad por el oficial de vuelo enfermo, ya muerto, que los niños habían rescatado de la catástrofe y que en sus fiebres había enloquecido había desaparecido (es de destacar respecto a este oficial el que el tirano, en su momento hubiese visto en su enfermedad una carga inasumible y, en cierto modo, un desafío a su deseo de autoridad y por ello abogase por dejarle morir). El niño acude corriendo a la playa a contarles lo que ha visto pero corre con una bengala artificial en las manos: lo que induce a todos los cazadores, en pleno éxtasis festivo, a creer que se trata del monstruo. Antes de que se desvele quién es la silueta que se aproxima los niños lo matan a lanzadas. Con este hecho, un accidente, los niños aunque turbados ven roto el tabú del homicidio, como habían visto, menos turbados, roto el del robo.

En este momento tanto el disidente como el filósofo, desesperados ante el robo de las gafas del último (que servían para iniciar los fuegos en la isla) y completamente solos, dialogan acerca de la naturaleza del hombre. El filósofo cita a Rosseau por boca de su padre, exponiendo la doctrina del “buen salvaje” (el hombre es bueno por naturaleza pero las instituciones le corrompen), y al disidente se le antoja, a tenor de los acontecimientos que experimentan, una broma. El filósofo centra todo su pesimismo sobre la persona del tirano y le identifica como la causa del problema. En base precisamente a eso intentan una última vez convencer a los demás niños de que lo que están haciendo es una locura a través de una asamblea (la caracola: una apelación a las instituciones, al formalismo).

El tirano, ya plenamente seguro de su poder, rechaza abiertamente cualquier asamblea y desprecia el sistema sin pudor ante todos: afirmando su poder como razón de lo que se haga o se deje de hacer. El disidente y el tirano acaban enzarzados en una pelea que se salda finalmente con un empate y el filósofo toma la palabra. Una vez consigue alzar su voz entre los gritos majaderos de los niños algunos de ellos, apostados en una altura, le arrojan una gran piedra. El filósofo cae muerto. La banalidad del mal se muestra en todo su esplendor. El disidente se muestra furioso y afirma que tal asesinato no quedará impune. Al colectivo de niños este hecho les perturba pero el tirano, advirtiendo la duda y apurado, acaba por desafiar al disidente a que haga algo si es que puede mientras comienza a arrojarle piedras. El disidente huye y el tirano comienza, literalmente, su caza.

El proceso que va desde que los niños arriban a la isla y el disidente huye del tirano y los demás niños, completamente a sus órdenes (ya por convicción, ya por miedo) es claramente un proceso de deshumanización del prójimo. Es más fácil, siendo incluso necesario posiblemente, agredir a alguien y sus bienes si no se le considera un igual; esto es: si se excluye a ese alguien de tu esfera moral. La Historia de la Humanidad es un proceso de acumulación de redes de intercambios, voluntarios o no, entre individuos y grupos sobre las cuales se han ido tejiendo sucesivas “paces”. Este proceso termina por generar un progresivo grado de identificación de las personas con sus semejantes. Parece probado que el ser humano, incluso hoy, es incapaz de sentir genuina empatía por alguien que no sea de su sangre o esté ligado muy próximamente a él. Por esto la identificación con “el otro” o “los otros” es un constructo ideológico y, en tanto ligado a la gestión de espacios comunes, político. Dicha construcción parece una culminación de un proceso enorme de “prueba y error” a través del cual la sociedad ha terminado regulándose mediante determinadas reglas o asunciones fundamentales que el hombre, en su arrogancia, desde hace tiempo considera “naturales”. Es una ilusión. Siendo la equidad y la empatía cuestiones basadas en una intrincada red de intereses, en una “superestructura” social, y no en nuestra naturaleza es perfectamente posible pensar en situaciones y procesos por los cuales la ecuación de la convivencia se altere. Pese a que los redactores de Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América considerasen que la igualdad, libertad y búsqueda de la felicidad eran cosas autoevidentes basta contemplar la realidad del día a día y, en concreto, de las sociedades menos desarrolladas del planeta (las más “naturales”) para comprender que no son tan evidentes. Hay fuerzas y circunstancias que pueden destruir nuestras vidas, nuestra seguridad y nuestros derechos y esas fuerzas pueden vencer: deben ser activamente promovidos, por tanto, los intereses exactamente opuestos a dichas fuerzas y, en tanto todo sistema debe superar sus contradicciones internas, no debe descartarse el recurso a la fuerza y a la proscripción. En definitiva: el personaje del disidente hacia el final de la película no es visto por los otros niños como una persona sino como otro cerdo salvaje al que dar caza. Primero no tiene derecho a sus bienes, luego no tiene derecho a la vida y finalmente no es un ser humano. ¿Cómo una mayoría de los niños puede haber llegado a tal convicción? La respuesta: por la violencia.

La violencia no sólo no es algo que repugne al ser humano sino que ni siquiera es un mero medio de obtención de cosas, a veces es incluso un fin. La caracterización de la violencia como una enfermedad social es fruto de la negación de la naturaleza humana, que puede hallar la ciencia, y su sustitución por el mito del “buen salvaje”. La proposición de cambio social de quienes defienden tal caracterización está basada, a su vez, en otro mito o, más propiamente, falacia: la “tabla rasa”. Según esta falacia el hombre podría cambiar por medio de la educación sus malos hábitos. Esta asunción es la base del pensamiento de las diversas escuelas totalitarias (que tienen su génesis en el platonismo) y contribuye también a numerosas lecturas erróneas de los actos e instituciones humanas que generan legislaciones equivocadas e incluso peligrosas. No, la violencia no es una enfermedad social sino que es una manifestación de la agresividad, que es natural en el hombre. Es por esto que resulta natural que el hombre obtenga placer con la violencia y que llegado el momento pueda disfrutar aplicando tormentos y muerte a otros hombres a los que haya conseguido excluir de su esfera de iguales. En tanto esto, previsiblemente, será siempre así es necesario perseguir la violencia. No se puede esperar que en su impunidad el violento llegue un momento en que a través de adoctrinamiento o educación detenga sus atropellos. Es de esperar, más bien, el que la impunidad genere más violentos, en tanto la violencia genera admiración y temor, y que finalmente nuestro régimen político se vea alterado y sometido a la ruina de la tiranía.

Ni la Democracia ni la virtud pública, si queremos llamar así a cierto grado de equidad y “paz”, son estructuras históricas sino que son manifestación de una ideología fundada en intereses que podrían verse alterados o desafiados por otros que hallen refugio en otra ideología. El orden debe ser defendido con reglas y violencia si no aspira a ser huera palabrería pasto de los buitres. El reinado del tirano, y la película “El señor de las Moscas”, llega a su fin con la aparición de soldados norteamericanos en la isla en lo que parece una confirmación de la aserción de Popper de que los ciclos del tribalismo, de un modo u otro, sólo pueden ser resueltos por alguna forma de imperialismo: la llegada de un poder mayor y extraño que devuelva, o traiga, a los miembros de la tribu a la realidad de que los tabúes que les atan a la barbarie no son universales y por tanto pueden y deben ser desafiados. De acuerdo a sus características la paz del hombre es imposible o una ilusión. La idea que mejor se ajusta a su naturaleza es la de guerra perpetua: una guerra perpetua de lo justo contra lo injusto.

Por lo que se refiere a la intención del director de “El señor de las Moscas” parece deducirse del mensaje general de la película una crítica al caudillismo, a la superstición, a la religión y, en definitiva, a la infinita cobardía de la muchedumbre y a las dificultades que parece siempre encontrar la virtud en un mundo se antoja completamente hostil a ella.

“Se podrá objetar que la lucha y la discordia son precisamente lo que el derecho se propone evitar, porque semejante estado de cosas implica un trastorno, una negación del orden legal, y no una condición necesaria de su existencia. La objeción podría ser adecuada si se tratase de la lucha de la injusticia contra el derecho, pero aquí se habla de la lucha del derecho contra la injusticia. Si en esta hipótesis el derecho no lucha, es decir: no hace una resistencia heroica contra aquélla, se negará a sí mismo”. Rudolf Von Ihering dixit.

miércoles, 17 de marzo de 2010

"No tengo solución para la muerte"


Tras veinticinco años sin hablar con la prensa, Marlon Brando invitó al periodista Lawrence Grobel de “Playboy” –autor de Conversaciones íntimas con Truman Capote– a pasar diez días con él en Tetiaroa, la isla tahitiana del intérprete. El resultado es el libro de entrevistas Brando por Brando (Ma Non Troppo), en el que el mítico actor opina sin escrúpulos sobre un gran repertorio de temas. Brando por Brando, es un interesante libro de entrevistas, donde se puede conocer más profundamente a este actor que ha marcado estilo y época.


Aquí tenéis una muestra .....


–Con frecuencia, los críticos se inclinan por usted, o bien por Olivier, como el mejor actor vivo. ¿Cree usted que haber hecho los clásicos, supone una ventaja para Olivier, o si eso importa?
–Es una especulacion. Y especular es una pérdida de tiempo. No me importa lo que la gente piense.

–Aunque a usted le importa cuando la gente dice que no siempre da el cien por cien cuando usted interpreta.
–Stella Adler, que era mi profesora, una mujer muy admirable, me contó una vez una historia sobre su padre Jacob P. Adler, un gran actor yiddish, que trajo consigo la gran tradicion teatral europea. Él había dicho que si ibas al teatro y notabas un cien por cien de inspiración, mostraras setenta. Y si ibas al teatro otra noche y notabas quizá un cincuenta por ciento, mostraras treinta. Y si ibas al teatro y notabas un treinta por ciento, te dieras la vuelta y fueras a casa. Que siempre mostraras menos de lo que tienes.

–¿Alguna vez ha hecho un papel sin más?
–Desde luego. Sí.

–¿A menudo?
–No.

–¿Como en La condesa de Hong Kong?
–No, intenté hacerlo, pero yo era un muñeco, una marioneta en esa película. No podía ser otra cosa, porque Chaplin es un hombre de gran talento, y yo no iba a discutir con él sobre lo que es divertido y lo que no. Debo decir que no empezamos muy bien. Llegué a Londres para la lectura del guión, y Chaplin nos lo leyó. Yo tenía jet lag, y en plena lectura, me puse a dormir enseguida. Eso fue horroroso. [Ríe.] A veces dormir es más importante que todo lo demás. Ese papel no era para mí. Chaplin no debería haber intentado dirigir la película; tendría que haber actuado él o dedicarse a escribir las memorias. Era un hombre malvado, Chaplin. Sádico. Le vi torturar a su hijo.

–¿De qué forma?
–Humillándole, insultándole, haciendo que se sintiera ridículo, incompetente. Él [Sidney Chaplin] interpretaba un pequeño papel en la película, y Chaplin se metía con él. Yo le dije: “¿Por qué aguantas eso?”. Le sudaban las manos. Y él contestó: “Bueno, el anciano está viejo y nervioso, no pasa nada”. No es una excusa. Chaplin me recordaba lo que Churchill dijo de los alemanes, o están a tus pies o en tu cuello.

–¿Se portaba así con usted?
–Intentó meterse conmigo. Y yo le dije. “No me hable nunca con ese tono”. Dios mío, me volvía loco de verdad. Fue un día a última hora, empezó a armar un jaleo por lo que yo había dicho. Le dije que podía coger su película y metérsela por el culo, imagen por imagen. Eso fue después de darme cuenta de que era un completo fracaso. Ese hombre no podía dirigir a nadie. Seguramente podía hacerlo cuando era joven. Pero con el talento de Chaplin, tenías que darle el beneficio de la duda. Aunque siempre debes separar lo que es un hombre con talento y su personalidad, que no tiene nada que ver. Un talento admirable, pero un monstruo como hombre. No me gusta ni pensar en ello.

–Se trataba de una película más bien para olvidar.
–Las películas son experiencias muy fluidas. En una película, al final, lo que resulta es, muy a menudo, diferente –mucho peor, mucho mejor, o completamente distinto– de lo que se pretendía cuando se empezó. Actuaciones malísimas se pueden apuntalar, proteger y hacer que parezcan torpes. Siempre se está a merced del director... y también de tus propios defectos. [...]

–Mirando hacia atrás su obra, ¿hay alguna de sus películas de las que no se sienta contento en absoluto, que le gustaría borrar si pudiera?
–No.

–¿Cambiaría muchas de ellas si tuviera oportunidad de reeditarlas ahora?
–No, no me gustaría hacerlo. Por Dios Santo, uno de los lugares más horribles del mundo es la sala de montaje. Estás todo el día en un sitio oscuro repleto de humo de cigarrillos.

–¿Paramount le dio a usted cien mil dólares para que hablara con la prensa después de rodar El padrino?
–No lo recuerdo. Cuando oigo cosas así, siempre me acuerdo del congresista con la mano en la caja. Normalmente no concedo entrevistas porque quiero evitar que la gente me haga preguntas que pienso que no son importantes.

–Que es lo que seguramente pensará de la próxima pregunta. ¿El hecho de ser etiquetado como “actor del Método” significa algo para usted?–No.

–¿Le molesta?
–M-e-a-b-u-r-r-e. Me aburre.

–Lo que hace un actor del método, ¿es abrirse paso hasta la misma esencia del personaje?
–Se abre paso y va más allá de las fronteras de la angustia tolerable de las entrevistas.

–Bueno, esta dolorosa entrevista ya se termina.
–Oh, mire, no ha sido dolorosa en absoluto. Ha sido deliciosa. Aunque me siento como si me hubiera metido en unas rebajas por liquidación: ¿Quiere este vestido? No, esa fruslería. ¿Qué le parece ese corsé? Bueno, le podemos quitar la goma y hacernos un tirachinas. Estoy aturdido. Hemos ido de los templos de Karnak hasta las salas de William O. Douglas.

–Ya que habla de templos, ¿cree usted en Dios?
–Creo que debe haber algún tipo de orden en el universo. Y mientras haya orden, debe haber algún tipo de fuerza en el universo. Para mí es difícil concebir que no es más que una casualidad o una confluencia de desorden que hace que el universo exista.

–¿Y es usted optimista sobre el futuro de la vida en este planeta?
–No puedes vivir la vida diciendo: “Bueno, esto es el final, así que mejor que saquemos el banjo y la barca, subamos a ella, y riamos y rasguemos hasta que Gabriel haga sonar la trompeta”. Sean cuales sean las circunstancias, uno tiene que seguir intentando econtrar soluciones. Incluso si parece imposible. No se ha inventado nunca un sistema que funcione: la religión no lo consigue, ni la filosofía, ni la ética, ni los sistemas económicos. Ninguno de los sistemas con referencia a los problemas humanos ha funcionado jamás. Aunque vivir una vida de desesperación, no es posible.He escuchado los pros y los contras. He escuchado a científicos decir que no sabemos bastante, que el ciclo de la vida en la Tierra tiene un equilibrio tan delicado que, si todavía no lo hemos mandado al garete, desde luego, trascenderemos nuestras naturalezas, que parecen imparables e inmutables. Otros dicen que va a venir un gran día. Buckminster Fuller es un hombre esperanzado, cree decididamente en el nirvana del futuro cercano. Herman Kahn nos ha contado lo maravilloso que es el mundo que tendremos y la naturaleza de las luchas para llegar a ello. ¿Quién sabe?

–¿Quiere decir que no tiene una solución?
–No tengo una solución para la muerte.

–¿Y qué me dice de envejecer? ¿Cómo ha envejecido usted?
–Bastante bien. Cuanto más viejo, me he sentido más feliz. Más contento.

–¿Le tiene miedo a la muerte? ¿Piensa en ella?
–“De todas las maravillas que he oído, me parece la más extraña que los hombres deban temer; al ver que la muerte, un final necesario, vendrá cuando vendrá”. Otro maravilloso discurso sobre la muerte.

–¿Recuerda más de Shakespeare que de cualquier otro autor?
–Recordarlo merece la pena: “Por el amor de Dios, vamos a sentarnos en el suelo / Y a contar historias tristes de la muerte de los reyes”. No recuerdo lo que sigue [Piensa.] “Donde rodean los templos mortales de un rey / Mantiene la Muerte su corte, y allí se sienta el bufón, / que se burla de su estado, y se ríe de su pompa... Y con un pequeño alfiler / Atraviesa por el muro del castillo, y ¡adiós rey!”.
Lawrence GROBEL

viernes, 12 de marzo de 2010

The Pacific



Estreno el lunes 15 en Canal +.

Impresionante.

Miguel Delibes ha dicho Adiós



El mundo de las letras está hoy de luto por la muerte de Miguel Delibes, son muchos las obras que nos ha dejado desde Cinco horas con Mario, hasta su tierna novela El Camino, de cuya lectura guardo un recuerdo muy especial.


A modo de sencillo homenaje, dejo en este blog este entrevista de Miguel Delibes que concedió a la Cadena Ser en 1999.


Descanse en Paz.


Pregunta: ¿Porqué comenzó a leer Miguel Delibes?


Respuesta: Pues realmente creo que el comienzo de las lecturas suele ser fortuito; mi padre tenía dos pequeñas librerías y con unos cuantos libros, pocos que podían llamar mi atención, y entonces empecé a leer. Pero mi furia lectora vino de mi novia, mi novia sí que era una lectora formidable, y hacía una colección que se llamaba la universal, unos libros magníficos de calidad y de impresión y que eran muy bonitos.


P: ¿Y recuerda cuál fue el primero?


R: No estoy muy seguro pero yo creo que leí un libro de las guerras napoleónicas de Herman Chatriand, no estoy seguro porque recuerdo algo de los románticos franceses pero con seguridad no puedo hablar, pero estos fueron de los primeros.

P: Es obvio que la literatura de Delibes ha sido muy importante, pero qué ha sido la literatura, la ajena y la propia para Delibes?


R: Ha sido una auténtica dedicación. Yo he encontrado en la literatura el refugio que no encontraba tan perfecto en el cine o en el café o en el juego, la relación de dos se establecía perfectamente entre una persona y un libro.


P: Porque usted le ha dado a muchísima gente compañía, sus libros, Cinco horas con Mario, Las ratas, La sombra del ciprés es alargada, todos esos libros le han dado compañía, su propósito era darse compañía a sí mismo también?


R: Sí, mi afán al escribir era intentar comunicar a dos personas, emplear la pluma como elemento de comunicación con otros y creo que esto se establece con una novela o con un poema, es una comunicación con otro.


P: Usted ha dicho alguna vez que sus personajes son la prolongación de usted mismo y en algún momento los ve crecer como si fueran personajes verdaderos y existentes. ¿Quiénes son esos personajes, en qué momento usted los ve claro?


R: Yo he dicho a menudo que soy un cazador que escribe, es decir que yo tomé contacto con Castilla, con los elementos fundamentales de la Castilla profunda, mediante mis excursiones de cazador y pescador, entonces aprendí su idioma a hablar como ellos y todos mis libros que vinieron detrás se referían a estos personajes, desde el ratero hasta el señor Cayo, que no tenía donde agarrarse en las primeras elecciones... podemos decir que mi comunicación con el pueblo y mi idioma del pueblo lo aprendí en contacto con estos señores yendo yo a otra cosa distinta.


P: Y probablemente su contacto con la naturaleza le ha dado sabiduría, conocimiento de lo que es la relación de la vida con la muerte, las cosas que ocurren están relacionadas con la naturaleza, y en los libros suyos siempre hay la creencia de que todo se acaba...


R: Yo creo que la terrible relación de la vida con la muerte nos viene dada desde que nacemos. Yo tengo la impresión desde chico que estaba amenazado con la muerte. No de la mía, sino de la muerte de quienes dependía. Yo era un rapaz de 4 o 6 años pero tenia miedo de que me faltara aquellos que me proporcionaban elementos para vivir, como eran mis padres.


P: ¿Y cómo reaccionó usted ante la evidencia de que eso no sólo era así, sino que se producía...?


R: Pues escribiendo La sombra... una nefasta novela. Una novela mala, pero que tenía buenas intenciones, quería decir que no nos agarraramos a las cosas de la vida porque eran efímeras pero realmente yo escribí esta novela tan pronto tuve ocasión de hacerlo, cuando tenía 20 años.
P: La tristeza o la melancolía es la gasolina principal de la escritura...


R: Yo creo que la pérdida es uno de los móviles del escritor. El sentimiento de perdida que las cosas no van tan bien ni son siempre crecientes como pensamos, nos da razones para escribir y lamentarnos.


P: Usted ha escrito un libro después de la muerte de su esposa que ha sido el gran amor de su vida, y luego ha escrito como si en efecto aquel hecho fundamental de su propia biografía le siguiera inspirado, que ha sido el amor para usted


R: Esto es una cuestión tópica, el hablar del amor como compartir creo que es una cosa tópica, el amor se establece desde el momento en que uno cede ante el otro o que el otro cede ante el uno, de manera que ésta es la fórmula de avenencia que se sigue valorando a través del tiempo, y ésta es la forma en que se puede llegar a los 25 o 50 años de matrimonio como vemos a menudo entre nosotros.


P: Usted ganó el Nadal y era bastante joven cuando lo ganó, ¿Cómo recibió usted el premio?


R: Lo recibí con una gran emoción porque yo sabía que la cena del otorgamiento se celebraba en las Ramblas de Barcelona y yo estaba en Valladolid de periodista en el Norte de Castilla. Generalmente yo era un hombre vago al levantarme a cortar el teletipo pero esa noche no me ganó nadie, yo entraba cada cinco minutos y arrancaba y miraba el teletipo hasta que en una de las entradas vi aquello: reunidos en tal restaurante, los miembros del jurado del premio Nadal han decidido otorgar las últimas votaciones a Manuel Pombo con seis votos y a Miguel Delibes con seis votos por La sombra del ciprés es alargada, y yo ya entonces no me pude guardar la primicia y salí a la redacción y dije "Soy finalista del premio Nadal"; nadie sabía que yo escribía novelas.
Y me dicen no digas historias y les entregué la noticia de los viejos teletipos de entonces que sonaban a tractores y entonces ya todo el mundo se puso en movimiento. Había un escritor falangista que había impuesto el ministerio de Franco, no me acuerdo, el Ministerio de Información y Turismo y el cura que era descendiente de ellos y les preguntó no tenemos ni idea de lo que le ocurre al señor Delibes y el cura llamó a Barcelona al restaurante donde se fallaba el premio Nadal: "Oiga es ahí lo del premio Nadal, me puede usted decir que ha sido de Miguel Delibes, ha sido, ha sido premio Nadal".
Aquello fue la locura botellas de vino, no había para champán, y la locura pero realmente fue una sorpresa, porque aquello lo sabía mi padre, mi madre y mi mujer de manera que cuando yo dije aquello se empezó a extender una noticia que era ignorada por todos...


P: Miguel está en Sedano rodeado de algunos nietos, algunos hijos, la nuera, donde Castilla pierde su nombre, estamos cerca del País Vasco ¿Qué es este sitio para usted?


R: Este sitio es mi origen como persona y en segundo lugar mi origen como novio. Quiero decirte que mi abuelo que era francés, hizo un alto en Moyedo en Santander, al lado de Reinosa y Torrelavega, y allí este hombre se enamoró de una montañesa y se casó. Y entonces ahí vinimos de esa boda, primero tres hijos y luego ocho nietos, yo era uno de ellos. Pero yo entonces me enamoré de una chica que venía a pasar los veranos aquí a Sedano, pero claro el trasladarse de Valladolid a Sedano o de Moyedo a Sedano no era nada fácil. Pero yo tenía mi bicicleta, una bicicleta que tenía como ruedas unas como las de los carros, que pesaban endemoniadamente pero que me valía para desplazarme y yo vine varias veces a ver a mi novia en esa bicicleta y estuve viviendo en esa bicicleta hasta que salieron las primeras motos, la Montesa, la vespa que era un poco más tarde. Y entonces ahorré y me compré una Montesa, y viajamos los dos en Montesa. La novia, era la esposa, y la madre de mis hijos Ángeles de Castro.


P: ¿Esa fue la primera novia que usted tuvo?


R: Primera y última.


P: Yo había pensado que tenía usted otra novia antes


R: Yo no era noviero. Era hombre de una sola novia, pero si la novia me hubiera dejado hubiera sido de dos o tres novias.

P: Pero siempre ha sido un hombre fiel


R: Sí es evidente, he sido fiel a un periódico, a una novia, a unos amigos, a todo con lo que me he sentido bien, a mi pasión periodística, a la caza, desde chico he sido fiel a todas estas cosas, lo mismo que hacia de chico lo he hecho de mayor, con mayor perfeccionamiento, con mayor sensibilidad, con mayos mala leche, siempre he hecho lo mismo.


P: Usted vivió una época fundamental de la historia del siglo de este país que puso como ejemplo la posibilidad de que dos hermanos se pudieran matar, y usted dijo una vez que el amor y la violencia son las dos vías más frecuentes en el trato con los niños, usted como niño vio aquella violencia sobre este país


R: Yo lo que sé es que a los niños se les sonríe o se les da un sopapo. Es un trato amor/odio muy frecuente, ni un odio muy fuerte ni aun amor tampoco demasiado demostrado, pero si no le estás dando un capón le estás acariciando, las cosas que los niños te ponen nerviosos o te divierten y yo he crecido siempre rodeado de niños, primero de ocho hermanos, luego de siete hijos y luego de 18 nietos, de modo que mi problemática con los niños no ha existido.


P: Y ¿Cómo era aquel niño, Miguel?


R: Era un niño melancólico, triste, no me gustaba nada ir al colegio, era al mismo tiempo muy callado. Nunca dije que no me gustara ir al colegio, me aguantaba e iba al colegio, sobre todo, después de las vacaciones de navidad, era una cosa tan tremenda que me daban ganas de llorar aunque no llorase. Fui, estudié regularmente, saqué los cursos regularmente, uno por año, y me planté a los 15 años todavía con los pantalones cortos en el final de bachiller para empezar con una carrera. Pero tenía que empezar una carrera y con pantalón corto. Y Franco debió pensar que era muy joven para entrar en la universidad y abrió la Guerra Civil y entonces yo ya no pude soñar con hacer carrera. Las universidades se cerraron yo no tenía edad para ir a la guerra. La guerra duró más de lo que uno pensaba, y ya cuando me vi que cumplía los 17, con otro montón de amigos hicimos una solicitud para irnos a la marina, antes que nos llamaran y nos enviaran a infantería o a la Legión en fin a un destino mas problemático y difícil y peligroso y nos fuimos al mar. Allí murió uno, allí cayó enfermo y murió otro, y los demás volvimos a Valladolid y nos encontramos con una situación difícil, con una situación de total censura.

P: ¿Y que aprendió usted como ser humano de la Guerra Civil?


R: Lo que ya sabía, que en las guerra no gana nadie, pierden todos. Y si la guerra es civil, la pérdida es más fuerte que la de cualquiera otra guerra.


P: ¿Ese hecho acentuó su melancolía como ciudadano?


R: Eso me familiarizó con la muerte, en fin se fue agravando lo que ya era de por si bastante grave.


P: Debió ser difícil para una persona honesta vivir bajo el fascismo


R: No si más que el fascismo, lo que era difícil allí era tener familia que estaba convencida de que el otro lado era la verdad y con otro grupo con el que estabas estaba convencido de que la verdad estaba de su lado; más que el nombre de fascismo, comunismo, rompió las familias por completo. Unas familias se rompían, otros morían en el Alcázar de Toledo, era el final más triste que uno podía imaginar para aquella guerra, iniciada como en broma en el norte de África.


P: Manuel Rivas me dio una preguntas para usted y una de ellas se refería a una pregunta que también hace Vargas Llosa referida a Perú en 'Conversación en la Catedral', ¿En que momento se jodió España?


R: Yo creo que se jodió mucho tiempo antes, yo no tenía edad para juzgar en el momento en que se jodió España, pero si que la jodieron entre unos y entre otros. NO hay la disculpa de decir no fue la derecha o no fue la izquierda, entre los dos jodieron España. Entre todos la mataron y ella solo se murió.


P: Y ahora, ¿Cómo está de salud España?


R: Bueno, yo creo que está más asentada España de lo que estuvo nunca. Hoy me da la impresión de que hemos aprendido los dos, las izquierdas y la derecha y que vamos entrando en una fase de estabilización y aquellas mandos de los caciques de los pueblos y de los jerarcas políticos parece que se han terminado.


P: En sus correrías en pos del amor a Sedano y todos estos lugares donde iba a usted en bicicleta, parecía que iba a ser ciclista y en algún momento hasta futbolista en el Sedano.


R: Pero futbolista lo fui siempre desde pequeñito y yo era un estilista y me partían la cara y no daba una. Una vez desafiamos en Valladolid los del periódico a los del circo Feijoo y había dos chinos que eran unos cabrones. Yo llevaba la pelota el chino me entró no sé cómo entró ni cómo me puso la pierna pero salí dando volteretas y caí medio muerto y ¡mi novia en la tribuna viéndome!. Fue una de las grandes vergüenzas de mi vida. Fue un martirio chino vergonzoso porque yo pensaba que al chino aquel que no tenia media guarra, yo pensaba que le iba a hacer rodar por el suelo y quitarle la pelota y fue todo lo contrario. No sólo me quito la pelota sino que me hizo volar por los aires cosa que era mas difícil porque pesaba mas que el y allí yo veía la tribuna y veía las risitas. Un desastre.


P: ¿Cómo es la vida cotidiana de Miguel Delibes?


Respuesta su hija Elisa: Corriente. Hombre yo creo que él quisiera que fuera más corriente como antes de la operación, porque ahora pasamos más tiempo con él, pero el en su vida corriente yo no sabia cómo era antes, porque no estábamos juntos tanto tiempo, escribe menos, y lo demás comemos juntos, cenamos juntos, y paseamos juntos.


P: Le han regalado un termómetro


R: Yo no, el de la caja de ahorros, porque tiene dinerito, es el que tiene, porque le encantan los termómetros. Entra a una habitación derecho al termómetro, ya cuando sube de 23 se deprime tanto... Le gusta muchos los termómetros.


P: Miguel ¿Qué marcaN los termómetros?


R: Los grados, la temperaturas son el alma del hombre. Una temperatura para una vallisoletano que pase de 23 dentro de casa es una barbaridad y que pase de 30 fuera de casa también es una barbaridad, mientras que unas temperaturas que no lleguen a 20 y pocos es suficiente para estar en casa. Resulta que en cada habitación de la casa hay una temperatura distinta, hay que tener termómetros en todas las habitaciones de la casa para saber a que carta quedarse.
P: Tu padre le dijo una vez Manu Leguineche que la fama era peor que una cabronada. ¿Cómo se ha defendido el de la fama?


Respuesta de su hija Elisa: Pues lo mejor que ha podido pero desde luego si que debía ser una cabronada, porque mi hermana la pequeña decía "Yo no quiero ser famosa", la parecía lo mas horrible porque si no te gusta realmente es horrible. Entonces se ha defendido a base de su secretaria, y de decir no, llamen de cuatro a seis y de cuatro a seis tampoco. El otro día me preguntaba en la lista de no concede hay inauguración de bodegas pues no, pero ahora lo ponemos, de colegios sí que hay, de inauguración de calles, tampoco. Le decía a mucho que no, pero luego se quedaba mal. Queda mal con unos y otros.

P: ¿Y cómo ve usted la fama de los otros?


R: Un desastre completo. Lo de la fama que despierta la curiosidad y el morbo de la gente me parece una verdadera desdicha. Por ejemplo, el Premio Nobel que tiene una desventaja bestial que es el dedicar un año o dos años a recibir periodistas del mundo entero a inventar respuestas para todo y a fastidiarte. La fama no tiene un lugar donde agarrarse que sea realmente positivo.


P: ¿Y cómo ha vivido usted su relación con los numerosos lectores que ha tenido?, ¿Le perturba le resulta gratificante?


R: Yo me quedo conforme con una doble actitud, el ir a dar una conferencia cada cierto tiempo a una ciudad en la que me consta que había admiradores y después con la firma de libros en Madrid en mayo. Con esto me daba satisfecho. En Valladolid no había nada que hacer, nada que firmar, de manera que había unas cuantas condiciones pequeñas de las que no podías escabullirte. Pero bueno tampoco esto me gustaba, no había más que bobadas, y se presento una vez un tío en una caseta del Retiro, con un perro negro y me dijo que se lo firmara a él y al perro y se lo firme a él. A la media hora vuelve y me dice que no le ha firmado usted al perro y yo ya no me acordaba, a qué perro, al mío y yo que los perros no saben leer, pero se lo leo yo y a mí me entiende, pues fírmeselo usted, mi letra no la va a entender; total que acabamos riñendo la gente protestando, y se fue al barrio de Salamanca otra vez.


P: ¿Cómo es la vida cotidiana en su relación con los lectores de Miguel Delibes?


Responde la hija: Es una persona que responde el a mano, les contesta todas las cartas, algunas que son mas complicadas se las paso a maquina, pero el contesta todas las cartas, la abre, y luego me las pasa a mí.


P: Y supongo que lo que dijo antes de su mala leche, no responde a la realidad,


R: Es una persona muy amable...


P: Miguel, ¿Cómo ha vivido usted la insistencia que ha tenido Madrid sobre su persona?, Le hicieron académico, usted fue allí con un cargamento de palabras que eran casi todas referidas a pájaros y Damaso Alonso le hizo algún reproche por ello. Luego Jose Ortega Spottorno le propuso que dirigiera El País, usted no dirigió el país y además casi no va a la academia...Que es Madrid para usted?


R: Para mi es la ciudad del miedo. A mi Madrid me da miedo, porque si Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces ese aparcamiento, irresistible. Pero claro se ha presentado cuando surgía la posibilidad de marcharme a Madrid, con mi mujer, con mis hijos cuando quedó vacante mi cátedra de derecho mercantil en empresariales, aquello duró poco, la vacilación, porque mi mujer dijo que ella no se iba, pues mira me has quitado la palabra de la boca y no nos fuimos. Y luego el momento mas peligroso fue cuando ella desapareció y me lo cambiaron por Ortega Spottorno, Angeles no aparecía pero aparecía Ortega Spottorno que antes no aparecía apenas por mi casa y me dijo que tenia a mi disposición una redacción, un despacho magnífico y que había alquilado un monte para que yo fuera a cazar los domingos y que se había preocupado de todo pero venía para ver si necesitaba alguna cosa mas; y yo le dije: "Mira José, yo para irme a Madrid a dirigir El País, lo que necesito es tiempo para pensarlo porque así de buenas a primeras... yo necesito, tengo que cambiar de vida al morir mi mujer, pero no creo que la razón o la forma de cambiar de vida en lo sucesivo sea viviendo en Madrid".
Volvió por allí y se lo dije, mira José no cuentes conmigo. Hay muy buenos periodistas en España, no hombre hay muchos pero el país hay que dirigirlo con temple. Total que le dije que no me iba a Madrid, porque tenía un peligro, me iba a Madrid, me encontraba encajonado en Madrid, me encontraba vendido en Madrid, pero no tenía salida de Madrid ni con el monte y entonces me retiré, seguí en El Norte de Castilla, luego había alguna otra posibilidad, pero nunca, es más los que habían se habían hecho periodistas conmigo, como eran Umbral, y Leguineche, y el cura Martín Descalzo y en lugar de estar a gusto en Madrid, se iban de Madrid, uno en Guadalajara, el cura a su pueblo. Total era tan asqueroso aquello, que Jose Luis Martín Descalzo se murió. Yo creo que el último conquistador de Madrid por las bravas fue Paco Umbral, se cogió el atillo, la carretera y llegó a Madrid; como se conquistaba Madrid antaño. Yo se lo digo a Paco, ya no hace falta hacer todo lo que hiciste. Lo bonito es ser el último que lo hizo. Hoy no tienes mas que irte a un premio, ganarle y en Madrid ya están hablando de ti, y tú no te has movido de Valladolid. Que sí que tienes razón.


P: Hemos convocado a Gustavo Martín Garzo para hacernos una pregunta, y nos ha mandado de la presencia continuada en sus obras de los animales y a la pérdida que se produce en la actualidad...


R: Realmente es una reflexión muy triste porque esto de los animales no solo es grave sino que también es incierto, no sabemos por dónde va a salir. La lectura del prólogo de Ortega y Gasset al libro del Conde de Yepes es de una sabiduría magnifica, pero entonces Ortega escribió allá por el año 40 que a medida que el campo español se domestica la caza iría desapareciendo. Pero yo veía que las perdices aumentaban, las liebres y los conejos. Pero ha pasado el tiempo y lo que Ortega vaticinó en una parte se va cumpliendo y las perdices van desapareciendo y las tenemos que fabricar en incubadoras, aquella perdiz viva, silvestre, agresiva que teníamos en los montes y que las paría la tierra, la paren hoy las incubadoras; lo mismo con los faisanes, las codornices. A cambio ¿Qué ha pasado aquí? Pues ha pasado una cosa que Ortega no se imaginó, que es que en Castilla, el granero de España, resulta que a pesar de la domesticación y del arado y del tractor, empiezan a multiplicarse los jabalíes, los corzos, los lobos. Hoy día esta organizada la vida y la caza en España, de forma que haya una temporada para cazar, rebecos, lobos...De manera que quien puede asegurar que va a ser de estos animales, se van a imponer los animales grandes sobre los pequeños...Yo no lo sé, lo que sé es que la perdiz se ha hecho de corcho, de plástico y uno compra la perdiz, la siembra en el monte de un amigo, y a cazar perdices.

P: ¿Usted recuerda cuál fue el cierre, el momento en el que su periódico le emocionó más como periodista?


R: Yo sería un hipócrita si lo negara fue cuando di la noticia del Nadal, ese fue el cierre más emotivo.


P: ¿Cómo es usted emocionado? ¿Llora?


R: No, no lloro. Me aguanto pero lo siento, tengo un sentimiento hondo pero sin llegar a la lagrima.


P: No ha llorado nunca?


R: No, yo no lo recuerdo. Sí, recuerdo. Llore varias veces cuando murió mi mujer pero llore a solas.


P: Dicen las personas sentimentales que las lágrimas a veces van por dentro...

R: Sí, no cabe duda. Las lagrimas van por dentro.

P: Cómo ve el periodismo ahora?


R: Yo lo que veo el periodismo es que no se mueve, esto del periodismo y de las
comunicaciones ha tenido muchos altibajos, la gente dijo cuando nació la radio, el periodismo se había acabado, que la radio era lo que triunfaba. Siguieron conviviendo la radio y el periodismo y aparece la televisión, menudo invento. Hay un tío fumándose un pitillo en Washington y te echa el humo en Madrid. Luego resultó que este invento tampoco mataba a la radio aunque el humo lo veíamos, de manera que tanto el periodismo como la radio como la televisión no han muerto, como el cine tampoco ha matado a la televisión, ni la televisión ha matado al cine aunque tengan también sus puntos de contacto.


P: Y cuales serían los defectos del periodista contemporáneo?


R: Bueno, hay un afán por el morbo, verdad de sacar las cosas de quicio, concretamente de cosas que yo haya vivido, pues el cambiar los títulos, por dar un título distinto al que usted ha querido poner, por ejemplo, una vez hablamos de la Guerra Civil, en una revista que no me acuerdo, yo no soy muy rencoroso, y después hablamos de las perdices y hablamos de si no me daba compasión matar pájaros, hombre a veces sí, a veces, no; entonces el titular fue "Miguel Delibes está cansado o le da compasión". Primero hablaba de que Miguel Delibes estuvo en la Guerra Civil, "hoy se arrepiente de la sangre que ha vertido" como si yo hubiera ido por el frente matándole con un tiro en la nuca. Y ante eso no tiene uno defensa, no puedo salir a discutir si estaba arrepentido de la perdiz que había matado o si estaba arrepentido de los soldados que había matado.


P: Dice usted que no es rencoroso...

R: Creo que no.


P: ¿Qué se tiene que tener dentro para no guardar rencor?


R: Que es aburrido... Yo siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente.

jueves, 11 de marzo de 2010

Vivir adrede.Mario Benedetti


FICHA TÉCNICA:

Autor: Mario Benedetti.
Título: Vivir adrede.
Editorial: Alfaguara.
Fecha de publicación: 2007
ISBN: 978- 84- 204- 7343- 7

“Todo es adrede, todo hace trizas el alma”

En 2007 Mario Benedetti, sufriendo ya las envestidas de la terrible enfermedad que en mayo de 2009 terminó con su vida, publicó Vivir Adrede.

Una obra de gran sencillez, pero no por ello con menor profundidad y sentimiento. Escrita en prosa poética parece en realidad, un testamento vital donde Benedetti reflexiona sobre todo aquello que forma parte de nuestra experiencia cotidiana, desde los más pequeño y nimio (una fotografía) hasta lo más íntimo o personal (el pasado, la nostalgia, el desamor, el exilio), sin dejar de lado por supuesto su crítica política (la guerra, la pena de muerte, etc). Y sin duda para aquellos que se quieran acercar a Vivir adrede, será un gran descubrimiento para los lectores de Benedetti y para aquellos que quieran conocer la obra de este gran autor uruguayo. Es una lectura cautivadora, entretenida, tierna y que sorprende palabra a palabra.

No es algo sorprendente en Mario Benedetti que use la sencillez de la vida cotidiana como fuente de inspiración, ya que a lo largo de su trayectoria literaria, ya sea en teatro, novela, o poesía, siempre se ha distinguido por ser directo y claro, lo cual le ha granjeado las críticas de muchos pseudo- intelectuales que consideran que la buena literatura o la poesía de calidad, es aquella que se hace difícil de entender.

Pero dejando esto de lado, y siguiendo con la obra que nos ocupa, Vivir adrede está divida en tres partes bien diferenciadas.

La primera es VIVIR, en ella es donde quizás abunden las referencias a los sentimientos íntimos, al miedo, al dolor de las ausencias, o la melancolía pero sin desesperación ni angustia . También habla de los paisajes cotidanos, y sobre todo del tiempo, el silencio y la soledad. Es una profunda reflexión sobre la naturaleza humana y de todo aquello que forma parte de su realidad vital.

MISERABLES

“Hay varias especies de miserables . Están por supuesto los asesinos, los canallas, los uxoricidas, los degolladores, los verdugos, los envenenadores, los parricidas. Pero hay miserables recónditos, ladinos, furtivos, solapados, que se enmascaran de honestos, se camuflan como héroes, se fingen generosos
La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque el alma no admite cirugías.
Una loca ambición del miserable suele ser el poder. Aclaro que no todos los poderosos son miserables, pero sí son los más encumbrados, los hacedores y/o financiadores de armas atómicas, los invasores de paisitos, los blancos que discriminan a los negros y amarillos, los cazadores de palomas y de liebres, los inventores de calumnias. Hay miserables diplomados, que a veces llegar a ser miserables diplomáticos, y no faltan los que son miserables consigo mismos, esos que le hacen zancadillas a su buena fe, o sea a los que se borran de su propia memoria para convertirse en solemnes granujas. Dicen que Dios creó a los miserables para proporcionarles trabajo a los ángeles justicieros, Pero los miserables con capaces de cortarles las alas”
(Mario Benedetti,pp 64)

PÉRDIDAS

“El pasado es una colección de silencios, pero hay partículas calladas, irrecuperables provincias de mutismo, albas y crepúsculos que quedaron ocultos, más allá de ese horizonte tan poco hospitalario; tallos que nunca más se expandirán en rosas, oscuras golondrinas que se aclararán en uno que otro vuelo.(...) Todo se va borrando, todo pasa a ser sombra y vacío. Y el obligado acabose no nos ayuda a hallarlo.
(Mario Benedetti,pp 20)


La segunda parte es ADREDE, en ella ya son más frecuentes los pequeños relatos llenos de frescura y vitalidad (Ascensor), y la férrea crítica política al sistema de mercado capitalista, al imperialismo norteamericano o a los abusos de poder haciendo claras referencias a la dictaduras que hubo en toda Latinoamérica durante el siglo XX (Globalización, Mercado, Ustedes o Sentencia son un ejemplo de estos dos últimas referencias.).Tiene un sentido más optimista que la primera parte.

USTEDES

“ Ustedes, los mandarines de la tortura, los distribuidores del castigo, los que se cebaron en el prójimo indefenso, ¿cómo pueden soportarse en el insomnio, regocijarse en el cariño de su madre?
Lo más asqueroso de su cochina memoria es su imitación a la vida. Casi todos dicen ser devotos. ¿Será que acaso creen que su dios es un desalmado, feroz, un iracundo?.Puede ser.
Ustedes, los que hieren, los que fusilan , los que arrojan cadáveres al mar, los que no pueden ni con su sombra, los que dejaron la conciencia en el desierto y el futuro en el pasado,¿son tan cobardes como para colgarse en el pecho una medalla o abrazar a sus hijos sin el menos escrúpulo?
Por favor miren hacia arriba, atraviesen las nubes, y luego déjense caer, caer, caer. El suelo los espera con la muerte, no la de todos sino una más roñosa”
(Mario Benedetti,pp 114).

La tercera y última parte es sin duda un gran cajón desastre. CACHIVACHES. Se trata de una serie de simpáticas paradojas, juegos de palabras y reflexiones.

“El calvario es del destino de los calvos”
(Mario Benedetti, pp, 140)

“Cuando tenemos sueño, los bostezos salen a pedir de boca”
(Mario Benedetti, pp 137)

“A la gente demasiado desenvuelta, de vez en cuando conviene envolverla”
(Mario Benedetti, pp 142).

En conjunto las tres partes forman un todo formidable. Una lectura recomendable tanto para aquellos amantes de la poesía conocedores de la obra de este autor, como para aquellos que no gustan tanto de lo poético, pero si de una lectura enriquecedora, profunda y reflexiva.

Personalmente considero que con esta obra Mario Benedetti ha sabido hacer una valiente reflexión vital, justamente cuando su vida se estaba apagando.

Gracias Mario.


martes, 9 de marzo de 2010

Nuestros sueños han concluido




Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd towers, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yea, all which it inherit, shall dissolve
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on, and our little life
Is rounded with a sleep.





lunes, 8 de marzo de 2010

Vote democrat!

Antonio: Amigos, romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo. El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos. Que así ocurra con César.

Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave,y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César.

Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor.

Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor.

No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que sé. Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón. ¿Que razón, entonces, os impide ahora hacerle el duelo? ¡Ay, raciocinio te has refugiado entre las bestias, y los hombres han perdido la razón!... Perdonadme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí...

Primer ciudadano: Creo que hay mucha sabiduría en lo que dice

Segundo ciudadano: Si te paras a pensarlo, César cometió un gran error

Tercer ciudadano: ¿Ah, si? Me temo que alguien peor ocupará su lugar.

Cuarto ciudadano: ¿Le has prestado atención? No creo que él quisiera tomar la corona. Y por lo tanto, no era un ambicioso.

Primer ciudadano: Y si se descubriera que lo fue… algunos lo soportaríamos.

Segundo ciudadano: Pobrecillo, sus ojos están rojos como el fuego de llorar…

Tercer ciudadano: No hay nadie más noble en Roma que Antonio.

Cuarto ciudadano: Préstale atención, que empieza a hablar otra vez.

Antonio: Ayer la palabra de César hubiera prevalecido contra el mundo. Ahora yace ahí y nadie hay lo suficientemente humilde como para reverenciarlo.¡Oh, señores! Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres de honor. No quiero ser injusto con ellos. Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honorables!

Pero aquí hay un pergamino con el sello de César. Lo encontré en su gabinete. Es su testamento. Si se hiciera público este testamento que, perdonadme, no tengo intención de leer, irían a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre. Sí. Suplicarían un cabello suyo como reliquia, y al morir lo mencionaría en su testamento, como un rico legado a su posteridad!

Cuarto ciudadano: Queremos escuchar el testamento. Léelo, Marco Antonio

Todos los ciudadanos: ¡El testamento!. ¡El testamento! Queremos escuchar el testamento del César.

Antonio: Tened paciencia, amigos. No debo leerlo. No es conveniente que sepáis hasta que extremo os amó César. No estáis hechos de madera, no estáis hechos de piedra, sois hombres, y, como hombres, si oís el testamento de César os vais a enfurecer, os vais a volver locos. No es bueno que sepáis que sois sus herederos, pues si lo supierais, podría ocurrir cualquier cosa.

Cuarto ciudadano: Lee el testamento. Queremos escucharlo, Antonio: debes leernos el testamento, el testamento de Cesar.

Antonio: ¿Queréis tener paciencia? ¿Queréis esperar un momento? He ido demasiado lejos en deciros esto. Temo agraviar a los honorables hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!

Cuarto ciudadano: ¡Esos hombres honorables son unos traidores!

Todos los ciudadanos:¡El testamento! ¡El testamento!

Segundo ciudadano: ¡Son unos miserables asesinos! ¡El testamento! ¡Lee el testamento!

Antonio: ¿Me obligáis a que lea el testamento? En ese caso, formad círculo en torno al cadáver de César, y dejadme mostraros al que hizo el testamento.¿Bajo? ¿Me dais vuestro permiso?

Todos los ciudadanos: ¡Baja!

Segundo ciudadano: ¡Baja!

Tercer ciudadano: ¡Tienes permiso!

Cuarto ciudadano: Acercaos, haced un círculo.

Primer ciudadano: Haced sitio al cadáver.

Segundo ciudadano: Haced sitio al noble Antonio.

Antonio: ¡No me empujéis! ¡Alejaos!

Todos: ¡Atrás, atrás!

Antonio: Si tenéis lágrimas, preparaos a derramarlas. Todos conocéis este manto.Recuerdo la primera vez que César se lo puso. Era una tarde de verano, en su tienda, el día que venció a los nervos. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved que brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le apuñaló su muy amado Bruto! Y al retirar su maldito acero, observad como la sangre de César lo siguió, como si abriera de par en par para cerciorarse si Bruto, malignamente, la hubiera llamado.Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad, oh dioses, con que ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, porque cuando el noble César vio que él lo apuñalaba, la ingratitud, más fuerte que las armas de los traidores, lo aniquiló completamente. Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, al pie de la cual se desangró...¡Oh qué funesta caída, conciudadanos! En aquel momento, yo, y vosotros, y todos, caímos, mientras la sangrienta traición nos sumergía. Ahora lloráis, y me doy cuenta que empezáis a sentir piedad. Esas lágrimas son generosas. Almas compasivas: ¿por qué lloráis, si sólo habéis visto la desgarrada túnica de César?

Mirad aquí. Aquí está, desfigurado, como veis, por los traidores.

Primer ciudadano: ¡Penoso espectáculo!

Segundo ciudadano: ¡Ay, noble César!

Tercer ciudadano: ¡Funesto día!

Cuarto ciudadano: ¡Traidores! ¡Miserables!

Primer ciudadano: ¡Sangrienta visión!

Segundo ciudadano: ¡Queremos venganza!

Todos: ¡Venganza! ¡Juntos! Perseguidlos, quemadlos, matadlos, degolladlos, no dejar un traidor vivo!

Antonio: ¡Conteneos, ciudadanos!

Primer ciudadano: ¡Calma! ¡Escuchemos al noble Antonio!

Segundo ciudadano: Lo escucharemos, lo seguiremos y moriremos por él

Antonio: Amigos, queridos amigos: que no sea yo quien os empuje al motín. Los que han consumado esta acción son hombres dignos. Desconozco qué secretos agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables, y no dudo que os darán razones. No he venido, amigos, a excitar vuestras pasiones. Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que quería a mi amigo, y eso lo saben muy bien los que me permitieron hablar de él en público. Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria para enardecer la sangre de los hombres. Hablo llanamente y sólo digo lo que vosotros mismos sabéis.Os muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo fuera Bruto, y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César capaz de conmover y amotinar los cimientos de Roma.

Todos: Nos amotinaremos.

Primer ciudadano: ¡Quemaremos la casa de Bruto!

Tercer ciudadano: ¡Vamos, pues, persigamos a los conspiradores!

Antonio: Escuchadme, ciudadanos. Escuchadme lo que tengo que decir.

Todos: ¡Alto! Escuchemos al noble Antonio.

Antonio: ¡Pero, amigos, no sabéis lo que vais a hacer! ¿Qué ha hecho César para merecer vuestro afecto? No lo sabéis. Yo os lo diré. Habéis olvidado el testamento de que os hablé.

Todos: ¡Es verdad, el testamento! Esperemos a oír el testamento.
Antonio: Aquí está, con el sello de César. A todos y cada uno de los ciudadanos de Roma, lega setenta y cinco dracmas.

Ciudadano segundo: ¡Noble César! ¡Vengaremos su muerte!

Tercer ciudadano: ¡Oh, magnánimo César!

Antonio: Tened paciencia y escuchadme:

Todos: ¡Alto!

Antonio: Lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines, recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos, como parques públicos, para que os paseéis y recreéis.

¡Éste sí que era un César! ¿Cuando tendréis otro como él?