Tanto las series televisivas como el cine han fracasado en innumerables ocasiones a la hora de dar respuestas artísticas a la realidad del crimen y "los bajos fondos". Acaso porque el Mal está asociado a un sinnúmero de figuras monstruosas, extremas, una y otra vez hemos visto obras en las que los buenos eran muy buenos, los malos muy malos o, también, en la que los buenos eran demasiado malos y los malos demasiado buenos.
Antoine Fuqua con su “Training Day” nos sorprendió a todos. No sólo porque la enésima película de “compañeros policías” fuese algo completamente diferente a lo habitual sino por haber convertido a todo un Denzel Washington (que por aquel entonces venía de interpretar una larga serie de papeles angelicales o mártires) en un malvado con letras mayúsculas. Y ahora Fuqua, tras dos obras menores (“El Rey Arturo” y "Shooter") y una muy notable cinta de "cine bélico con moraleja" (“Lágrimas del Sol”), nos trae “Los amos de Brooklyn”. Un proyecto muchísimo más ambicioso que “Training Day”, a una escala total. Tanto es así que, bajo mi punto de vista, con su última obra Fuqua trata de llevar la serie de la HBO “The Wire” a la gran pantalla.
“The Wire”, una serie televisiva con sabor a literatura (de la que ya hablé) contiene un mensaje e implica una estructura que representaron un giro total en la forma en que se aborda el género negro: Aquello que hacemos no determina quiénes somos. Los códigos bajo los que aceptamos o se nos impone vivir restringen nuestra capacidad de decisión pero el azar, la vida, quiere que nuestras decisiones (que al fin y al cabo son nuestras) puedan tener serias consecuencias sobre la vida y libertad de otros. La clave está en que todos podemos ser buenos o malos, mejores o peores y lo que es más importante: por las razones equivocadas.
El director norteamericano aborda el problema narrativo dotando a su película de tres diferentes protagonistas cuyas historias discurren paralelas. Un recurso que en esta ocasión, al contrario que en tantas películas “progres” recientes, sale bien parado. Llama la atención la enorme presencia de actores que ya vimos en “The Wire” interpretando papeles secundarios. Igualmente llaman la atención al menos dos elecciones de reparto sorprendentes: Richard Gere aparece encarnando a un absoluto perdedor y Ethan Hawke lo hace interpretando a un hombre que es la viva imagen del frenesí. Papeles del todo sorprendentes para cualquiera que conozca las filmografías de ambos actores.
Por otra parte, viendo “Los amos de Brooklyn” cunde una sensación de que la película se ha planteado como obra definitiva, con vocación no tanto de entretener como de convertirse en obra de consulta obligada. Fuqua toma prestados elementos, a lo largo de la película, de otras obras como “Distrito Apache, el Bronx” (película pionera, aunque fallida, en retratar la dura realidad de la calle), “El Padrino” o, sobre todo, “Taxi Driver”. Sin embargo Fuqua dota a su película de una escena final que sin duda sorprenderá pues está rodada exactamente “al revés” de como resulta habitual: y no nos referimos a florituras estilo "Memento".
La película de Antoine Fuqua se alza majestuosa frente a los planteamientos ingenuos, donde cunde un maniqueísmo pueril, o relativistas, que parecen querer imponer una inexplicada desconfianza como equivalente a una crítica social con algún sentido. Una extraordinaria película que no deja espacio para la esperanza, naturalmente.
"De todas las artes, el cine es, para nosotros, la más importante" Lenin.
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